Hace un tiempo siento que estoy preparada para volver a mí. Un poco, no demasiado. No hay lugar para el demasiado y sinceramente he perdido el rumbo de una manera tan concreta en estos cuatro años que no me queda otra que literalmente empezar todo de nuevo.
Todo de nuevo es volver a lo básico ¿qué me gustaba comer? ¿qué me gusta ahora? ¿qué me gustaba hacer cuando tenía tiempo, cuando hacía un plan y podía cumplirlo? ¿a dónde iba y con quién?
Todas las mujeres madres tardan en encarrilarse luego de la llegada del hijo. Algunas lo resuelven rápidamente: por obligación o por gusto, 45 días luego de parir ya están intactas en sus oficinas, tomando decisiones y hablando de cosas que no están relacionadas ni con lo mucho que le dolieron las tetas o los ruiditos que hace el bebé mientras duerme. Las he visto. Asombrada. Muy asombrada, lo admito. Nunca me atreví a preguntarles si sentían eso que hacían o lo hacían porque lo habían hecho siempre y necesitaban un espacio conocido que las albergue ante el huracán de la maternidad y el puerperio.
Algunas, a pesar de no retomar las tareas que hacían antes de, deciden mandar al niño a la guardería desde el principio. Para poder tener un tiempo para ellas y descansar un par de horas por día. Que otras manos lo tomen para poder soltarlo y relajar.
Muchas mujeres no tienen otras opciones más que estas dos últimas juntas: tienen que volver al trabajo y dejar al bebé al cuidado de otro. Listo, se terminó.
He visto sufrir mucho a las mujeres en el momento de la separación.
Hay de todo en juego y todo juega al mismo tiempo: las hormonas, que el padre de la criatura que muchas veces no comprende por qué lloramos sin parar si no está sucediendo absolutamente nada, el despegue corporal real de nuestro hijo que va a parar a manos de otro u otra, la culpa, la sensación palpable de perder la razón por momentos. De no poder parar la cabeza ni siquiera para hacer una suma simple o pagar la tarjeta de crédito. El mundo que sigue como si nada. El mundo de ellos. El nuestro, bueno.. ha cambiado para siempre y jamás volverá a ser el que era. No importa cuánto tratemos de reproducir nuestro antes de, jamás será exactamente igual. Y esto es causado exclusivamente gracias a la existencia del niño. Ni más ni menos.
A veces pienso que una situación tan tajante puede ser utilizada a nuestro favor: es el momento para barajar y dar de nuevo.
Aprovechando la locura hormonal y los estragos en nuestra posibilidad de descansar, podemos redefinir ciertas cosas. A veces usando como excusa el "es que acabo de parir" y otras simplemente porque sí, porque ahora digo que eso que me gustaba ya no me gusta más. O eso que me hacías ya no quiero que me lo hagas. O eso que yo hacía, quisiera ya no hacerlo.
Como si fuese una mudanza a una casa vacía, en donde podemos volver a elegir cómo amueblarla, qué platos comprar, qué mesita y cuántos resortes va a tener la nueva cama. Qué cortinas van a resguardar nuestra intimidad. Y si volvemos a elegir un piso alto y aprovechar la luz y el viento en la terraza o decidimos la planta baja porque no queremos ver más ascensores y escaleras en toda nuestra vida.
Yo me he perdido por completo. Y este por completo es real. Hay cosas que ya no voy a volver a hacer. Hay gente a la que estoy mirando con cuatro ojos porque no me termina de cerrar ese comportamiento que seguro tuvo siempre y recién ahora puedo distinguirlo. Hay cosas que no voy a perdonar. Hay decisiones que voy a tomar. No ahora, más adelante.
Si hay algo que aprendí en la vida es que nunca hay que tomar decisiones importantes en un momento turbulento. Siempre hay que esperar que pase y luego, si la decisión sigue en pie, tomarla. Con calma y pensándolo.
Hace 10 días fuimos a un nuevo control neurológico de Lautaro. Y yo, que pensaba que iba a estar contento con los avances del niño, me encontré con un doctor enojado. ¿Por qué? Porque el niño está extremadamente cubierto, con un equipo terapéutico que lo sostiene y lo ampara. Él avanza y no hay nada que cambiar. Ni una coma. Pero los padres del niño seguimos igual que hace 4 años.
Digamos que un poquito mejoró su sueño (un poquito chiquito mínimo). Pero lo que no mejoró nada es nuestra vida de individuos que tienen que vivir más allá de su hijo y sus circunstancias.
Para el neurólogo es tan importante que Lautaro se comunique tan bien como lo hace como que sus padres se vayan a cenar solos una vez por semana.
A él ya no le importa el niño solamente. Está encaminado. ¿Pero los padres?
No lo logramos todavía.
Un poco me empecé a ordenar cuando empecé el tratamiento con la psiquiatra en diciembre. Y emocionalmente estoy mucho mejor. Más sólida, más relajada, más clara. Me enojo menos. Puedo pensar.
Pero no sé para dónde ir. No recuerdo qué me gustaba hacer antes de. Sinceramente. ¿Qué hacía con mi vida además de trabajar? Ni idea.
¿Quiero volver a trabajar en la radio haciendo lo que hacía? No.
¿Qué estaba haciendo antes de quedar embarazada? Estaba cursando el CBC. Lo dejé cuando me enteré del embarazo. Me quedaron pendientes dos materias.
Hace una semana, sin pensarlo demasiado, entré a la web de UBA XXI. Ingresé al sistema. Contesté un cuestionario. Ví qué materias había disponibles en el segundo cuatrimestre. Me fijé cuáles son las dos que me faltan. Encontré una: sociología. Hice click y me anoté.
Lo hice sin pensarlo.
Cuando cerré sesión me quedé sentada frente a la computadora mirando la pantalla. ¿Qué acabo de hacer y cómo voy a resolverlo?
Ni idea.
Pero ya aprendí que no hay una situación ideal en la vida en la que uno esté lo suficientemente ordenado como para hacer ciertas cosas. Cosas como seguir viviendo por ejemplo.
En casa seguimos durmiendo como el orto.
Pero yo, sin saber en qué va a terminar todo esto, acabo de tomar una decisión por mí y en 2 semanas empieza la cursada virtual.
Y listo.
¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que me vaya mal porque no llego a estudiar? Y bueno... probaré otra vez.
No puedo tomar decisiones largas. Sinceramente, la vida que tengo no me lo permite.
Entonces vamos por las decisiones cortas.
Que son las posibles.
Y si son un poco así, sin pensarlas demasiado, mejor aún.